Compasión.

Es imposible ignorar a la pasión, como lo es ignorar al tiempo. Imposible. De este modo puedo dejar de escribir como quien aguanta la respiración bajo el agua pero que, tarde o temprano, se ve obligado a abandonar el reto, o la vida. O ambos.

Vivo en un momento de cambio, el movimiento siempre es mi falso amigo. El que está y se mueve, pero no te quiere. Ni te abraza, ni te besa, ni te tensa la emoción. Quizás la amiga es la poesía. Ella sí que baila. Más que tiembla. Contempla. 

Y bailo con oídos sordos y dedos quietos. 
Cuando mi cabeza manda el corazón calla y los dedos... los dedos ni cantan ni bailan. Cuando el corazón manda aún la razón protesta, insistente y pesada como cemento derramado en el mar. Corazón pequeño, corazón grande. ¿Qué me falta? Compasión, eso me falla. Compasión haca mí y mis defectos, a mis ausencias y faltas, a lo que me mata, porque muero. 

Muero  poco y rápido, sin corregir ni pensar. 
Muero cuando no me escucho y ¡llevo tiempo sorda! El corazón y la mente no cuadran; uno quiere seguridad y otro crecer, cambiar, lograr. El corazón quiere una alianza con el éxito, uno chiquitito y modesto. En el otro extremo la razón firmó con el miedo, no quiere mover sus dedos, no quiere rascar en el alma por si pierde, por si ama, por si no se calla. 




















Y mientras, nada. Nada se mueve, nada cambia. Nada traspasa.
Y mientras, el tiempo vibra. ¡Ese no se cansa! Se mueve, cambia, traspasa.
Te quedas mirando como si nada, como si el lienzo decorara sin pigmentos, como si el color no fluyera con el alma ¿o es el alma el que mueve el pigmento? Pinto. Coloreo tu alma con mis pausas, sin vergüenza ni piedad. 

Te lo doy sin pensar, te lo doy de corazón. Si pienso... el miedo gana. Me para. Escribo con pasión, redacto compasión. Hoy así es mi canto y aunque no me veas, también bailo. 

Aquí y ahora me compadezco, de mí y de mi miedo. De la seguridad de lo inseguro, del miedo a lo insólito, del instinto ignorado. De la pasión compadecida. Del que me compadece por no sentir vergüenza en desgranar el alma, desvestir la piel y exponerla a la norma, al común pensamiento del obrero estéril. Yo quiero arte, quiero vida, quiero tierra.

Yo quiero no olvidar que quiero
porque cuando olvido me compadezco. 
A mí, solo a mí. Solo yo. Yo. 

Comentarios

Entradas populares