DIARIO DE UNA GUERRERA

Respirar, sentir, hablar, recordar, suspirar, amar, andar o arrastrar. Escribir.

Cuando el cielo se nubla, el camino es demasiado empinado para subir sin ayuda, estar solo no es fortuna sino delirio. Cuando las nubes no son un espectáculo de luz y color en el cielo sino el telón de un teatro venido abajo. Cuando el sol no es la esperanza detrás del gris sino una bombilla en el fondo de un pozo. Cuando todo esto se une huye. No está mal. Es sano, ¿sabes? Estás diseñado para sobrevivir pese a quien le pese. Pisando o esquivando es tu elección. Pero viva.



Palabras sombrías para una mujer que acaba de traer vida al mundo. No lo tomes como desasosiego o pena. Entiende mis letras como un recuerdo, un toque de atención de mi conciencia que me ve desaparecer cediendo batallas a responsabilidades sin caducidad. Si, me retuerzo. Porque puedo. Es mi rincón. Responsabilidades sin caducidad son esas que puedes dejar para mañana, o para dentro de unas horas cuando los talones dejen de pujarte como alfileres. Pero mi responsabilidad real, la que si caduca y no soporta ni veinticuatro horas en desagarro soy YO. Mi primera obligación soy yo, llenarme de color, de vida, de pasión, de música, de recuerdos, de momentos con foto, de instantes de risa y ternura. 

Nadie dijo que era fácil. Nadie nos da esa palmadita justo en el momento adecuado. A nadie se le ocurrió avisar de que desaparecemos detrás de su cuerpo diminuto como un tachón de lápiz desaparece con el roce de una goma de borrar. Nadie dijo que el amor no se multiplica inmediatamente, sino que se desvía mientras el cuerpo genera las nuevas dosis. Nadie dijo que ese rincón del alma donde se destila amor también se puede agotar. Nadie lo hizo.

Si ya has venido antes sabes en qué consiste esto. Me quejo. Sí. Total, solo lo hago aquí. Bajo hasta el subsuelo para releer el camino hasta el cielo. Para levantarme y guerrear porque soy guerrera. Soy como tú, como ella y como ellas fueron. Saco fuerzas del dolor, descanso de trabajo y valor de la mente. Me levanto.


Ayer lloré. Hacía mucho que no lo hacía. Y aprendí que era más feliz cuando me dejaba llorar que cuando no me lo permito. Es como mi bebé cuando llora y le decimos que no pasa nada, que es bueno para que sus pulmones cojan fuerza. Yo también soy más fuerte hoy, mis hipidos me han ensanchado por dentro hasta que una conversación simple, perfecta, me ha traído aquí. A vivir. Porque aquí entre la tecla, la pantalla y el bolígrafo yo VIVO. Sin más. SUSPIRO, RESPIRO, SIENTO. Sola, conmigo misma. Me caigo y me vuelvo a levantar. Porque estoy diseñada para eso y soy CAPAZ  de hacerlo. Porque lo MEREZCO. Porque mi vanidad es sana, solo quiere mi supervivencia sin tomar como referencia la de nadie más. Porque a nadie le importa como me siento mientras no lo digo. Porque nadie lee esto si no quiero. Porque si tú lo lees es porque me quieres y quieres lo mejor para mí. 

Desde ahora me propongo un reto. Con veinte minutos me basta, pero todos y cada uno de ellos SOLOS MI TECLADO, MI MÚSICA Y YO. 

Joder, que estamos vivos.


Ya está bien de pena, de cargas.
Mis hijos deben ver mi fuerza, mi guerra, mi sonrisa.
Mi pequeño Javier debe sonreír cuando mi mira y no solo cuando sueña.
Venga, Hadha, tú puedes.
Vamos, Fati, cómete el mundo.
Buenas noches, CONFESIONES.
Gracias por estar aquí.
Gracias por siempre, gracias por todo.
Bienvenido, hijo. Mami se presenta. Siento haber estado perdida.






Hoy preguntaron a mi madre quién era Hadha Clain. No supo qué contestar. 

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