La flecha del Amor
#RETO3 #STORYTELLING Cubos
de historias
Hoy vengo con algo diferente,
al menos bastante más extenso. No es obligatorio leer hasta el final!
Las palabras son: FLECHA, LUPA,
VARITA, PIRÁMIDE, TELÉFONO, LLAVE, CANDADO, EDIFICIO Y BRÚJULA (o rosa de los
vientos, no tengo claro lo que es)
LA FLECHA DEL AMOR
Hace años que pienso que la peña
ha perdido el norte, en serio.
Situaciones tan inverosímiles
como esta no hacen más que convencerme de que el ser humano se merece la
extinción por estúpido. No entiendo que ilusoria combinación del código
genético lleva un ser vivo para encerrase en una pirámide de cristal,
invertida, a ochenta y siete metros del suelo, malamente colgada de un alambre
centenario tendido entre dos edificios y con un candado de goma Eva en forma de
manzana. Pero no para aquí la cosa. Al que le tiemblan los gemelos para
mantener la postura en la cúspide invertida de la pirámide es mi cuñado Manolo,
al que solo mi hermana Laura puede rescatar atravesando la manzana de la pasión
con una flecha de amor. ¿No puede bastarle con una llave de cartón, unas
palabras mágicas o un acertijo? No, un acertijo, no.
Por otro lado, si resultara la
remota posibilidad de que las flechas y el arco fueran buenas, y no de la Feria
de San Mateo, y el metal atravesara la estructura de plástico sellada con cinta
americana y bridas del “todo a 100”, podría encontrarse con la sustancia grasa
y blanda del trasero de Manolo. Quizás así algunos verían la luz y otros
encontrarían la paz.
—¡Confía en la magia del
amor, capullita de alelí! —la incitaba.
¡Capullita tu madre!
El amor debe ser ciego y sordo, porque de lo contrario no me lo explico. A mi
hermana le temblaba el pulso, pero no estoy segura de si era aposta, o no.
—A la derecha ¡No, no! ¡A esa
derecha no! ¡A la otra derecha!
Joder así nos va en el gobierno
central, si no nos aclaramos ni para esto….
—Cállate, Antoñito, al final vas
a conseguir que lo mate… —regañó alguien.
—¿Qué lo mate yo? ¿Pero si aquí
el chalado es él? ¿A quién se le ocurre subirse ahí? —protestaba mi hermana.
¿Y quién le habría ayudado? Digo
yo. Porque solo no podía haber montado todo aquello, fijo que estaba apuntito
de aparecer la agencia Efe. Las sirenas comenzaron a escucharse a lo lejos,
Manolito se habría orinado sino hubiera sudado ya todos los líquidos del cuerpo.
—¿Qué hago, hermana? ¿Y si lo
mato? —me preguntaba.
Debí volver los ojos hacia atrás
porque comenzó a reírse como una loca. Solía hacerlo, era mi forma de decirle
“este tío es gilipollas, tata”. Yo siempre le digo la verdad a mi hermana, es
mi sangre y aunque el ser humano merezca la extinción nosotras seremos las
últimas en caer. Resistiremos hasta repoblar con el mundo con Kenau Reeves y
Charlie Hunnam. La pobre mira la flecha, que no es más que una varita de
manzano medio retorcida, y gira el rostro hacia la estructura reflectante anti
ex. Aguantando la risa eleva los brazos delante de ella, coloca la
flecha rústica paralela al arco y en perpendicular a la cuerda. Intenta agarrar
la madera en varias ocasiones, porque la plumita está pegada con silicona y se
cae al primer intento. No sé cómo lo hace, pero consigue darse un aire a
Katniss Everdeen en Los juegos del hambre. Es que mi hermana está muy buena
para salir con un tío tan tarugo, en serio. Tensa el arco hacia atrás y se le
escapa la flecha, todos aúllan. No sé por qué. Repite el proceso
cuadrando aún mejor la apertura de las piernas y me dan ganas de tocarle el
culo, aunque me aguanto. Pero que mira, que aquí estoy yo dándole al tarro
sobre las posibles opciones cuando las leyes de la física han dicho “basta,
hasta aquí el despliegue de gilipolleces”. No le doy más intríngulis a
la cosa, que el chiringuito de ha ido al traste antes de que se dispare la
flecha del amor.
Un extremo del cable que
sostiene la capsulas de homo sapiens involucionado se suelta
emitiendo un silbido rápido acompañado de un meteorito reflectante que surca el
cielo en una elipse como la del Barco Vikingo de los cacharritos de la feria al
que no le acompaña el sonido del chunda chunda sino el
chisporroteo de las gotas de sudor de Manolo cuando caen al suelo. (Ni una
coma, lo sé, es para que te ahogues tú también). Pero que nadie se ponga las
manos en la cabeza, todos los tontos tienen suerte. Manolo acaba en mitad de la
piscina municipal rescatado por Roberta, la hija del encargado de la biblioteca
que gana mucho cuando se quita las gafas para trabajar de socorrista.
“Al final la flecha ha acabado en otro culo” pienso mientras observo la pirámide destrozada sobre la Rosa de los Vientos que decora el fondo de la piscina.
Ahora, mi hermana y yo estamos
tomando unos mojitos de más con los bomberos, que al final sí que han venido y
no veas los cuerpos del cuerpo de
bomberos. El Antoñito me mira mal, quizás porque le he
advertido que de como se le ocurra subir una sola imagen de mi hermana a
cualquier red social, desde hoy a los próximos setenta y cinco años, le
perseguiré hasta su sepultura. No soy policía, ni abogada, pero soy Inspectora
de trabajo, que es mucho peor. Yo vuelvo a centrarme en Jose Luis, que me
enseña su último tatuaje en el interior de su antebrazo; una rosa de los
vientos con el globo terráqueo como fondo y cuya flor de lis está atravesada
por una flecha. Curioso, ¿no? Me vais a perdonar, pero con esta flecha sí me quedo yo.
¡Hasta otra! ¡Y usa mascarilla!
Comentarios
Publicar un comentario